En la opinión del granjero, la causa de mortalidad —que tenía un rango tan alto como del 3-4 por ciento—, se debía, según él, a la planta de incubación pues el granjero estaba proporcionando las mejores condiciones a los pollitos tiernos, especialmente durante la primera semana de vida.
De hecho, los registros del clima en la casa avicultora parecían correctos. El agua y el alimento eran proporcionados a través de los sistemas comúnmente utilizados.
No obstante, los índices de mortalidad de otras granjas que también recibían a sus pollitos de las mismas bandadas de aves y del mismo avicultor eran más bajos que el promedio, generalmente permaneciendo por debajo del uno por ciento. Esto, sin embargo, alentaba poco al granjero que estaba experimentando las pérdidas. Y aunque continuaban las discusiones, no parecía encontrar la solución, por lo que le ofrecí ayudarle a encontrar qué estaba yendo mal.
Comencé en el día de los nacimientos mediante un monitoreo cercano de la calidad de los pollitos y del proceso de recolección de los pollitos; observé a los pollitos en el cuarto de despachado y registré el clima. Todo parecía estar dentro de los límites aceptados. Acto seguido, acompañé a los pollitos en el camión que los llevaba a la granja. El clima dentro del camión era el usual durante un recorrido de una hora y la temperatura se mantenía en alrededor de 25°C, siendo satisfactoria. Al llegar a la granja, observé la descarga de los pollitos, acompañado de el granjero, su esposa y un empleado de la granja.
A primera vista, la casa avícola se veía bien: el suelo estaba uniformemente cubierto por una capa de 2-3 cm de aserrín; las provisiones de comida y agua estaban ajustadas a la altura correcta, y la distribución así como la intensidad lumínica eran adecuadas. La temperatura medible en la casa era de 34°C. No obstante, noté que el sensor de temperatura estaba posicionado a aproximadamente 1.3 metros sobre el suelo. Sospechando que el piso frío podía ser la razón para el incremento en la mortalidad de la primera semana, coloqué a un pollito en la palma de mi mano y noté que, en efecto, sus piernas estaban frías. La esposa del granjero confirmó mi observación al colocar las patas del pollito contra sus mejillas. Cuando se tomó un registro de temperatura directamente del piso, obtuvimos 25°C, lo que definitivamente es muy bajo para los pollitos de un día.
Después de que los pollitos salen del cascarón, el sistema termorregulador del pollito no ha madurado completamente, lo que significa que tienen muy poca habilidad para regular su propia temperatura corporal durante los primeros 7-10 días de vida. Consecuentemente, la temperatura ambiental tiene un enorme impacto en la temperatura corporal de los pollitos, que suele bajar según el ambiente. Esto socava la energía vital del pollito —siendo perjudicial tanto para el crecimiento como para la salud de los pollitos. La mortalidad, entonces, ocurre como resultado de varios problemas de salud, principalmente una infección en el saco vitelino, deshidratación o inanición.
No obstante, basándose en esta experiencia práctica, el granjero acordó aumentar la temperatura del suelo mediante un precalentamiento de la casa avícola durante 36-48 horas antes de la llegada de los pollitos. Las aves sienten el frío del suelo a través de sus cuerpos. Y, puesto que los pollitos están en constante contacto con el suelo, la temperatura del piso es, de hecho, más importante que la temperatura del aire. Por lo tanto, es de vital importancia precalentar la casa avícola, especialmente en climas fríos. Puede ser de utilidad precalentar la casa avícola con la paja, aún empacada, en la casa. Esto asegurará que el concreto esté tibio cuando se coloque la paja sobre éste.
La temperatura del suelo deberá determinarse ya sea poniendo el termómetro en la paja o usando un termómetro Infra-rojo de no-contacto. La temperatura deberá estar alrededor de entre 278-30°C. El observar el comportamiento de los pollitos, especialmente durante la primera semana, dice mucho acerca de sus niveles de confort. Si los pollitos se acurrucan y se quedan en el suelo, la temperatura de la casa deberá ser elevada. Simplemente sintiendo la temperatura de sus piernas le indicará inmediatamente si están fríos. Contrariamente, si se apartan de las fuentes de calor y parecen desganados, probablemente están muy acalorados.
Felizmente para este granjero —y para una continuada relación con la planta de incubación— luego de haber comenzado a precalentar sus casas avícolas. Los problemas de la mortalidad de la primera semana virtualmente desaparecieron, con tasas de mortalidad que habían bajado 0.4% en la primera semana.
Los costos de un mal cuidado en la temperatura tanto para el criado como para el integrador (avicultor) son tremendos: una mortalidad del 4 por ciento está 3 por ciento arriba del límite máximo aceptable en cuanto a la mortalidad de la primera semana. Adicionalmente, e incluso más importante, resulta el hecho de que los pollitos que sobreviven al enfriamiento tendrán un crecimiento ineficiente. Y eventualmente esto elevará significativamente los costos.
Asumamos un descenso de cuatro puntos FCR y un peso al momento de ser sacrificados de 2.2kg. Si este decremento puede ser evitado creando condiciones apropiadas durante la crianza, se ahorran 88g de alimento por cada pollo tipo broiler. Con 30,000 pollos en una casa, esto equivale a 30,000 aves x 88g = 2,640kg de alimento. Para una granja con siete rondas de producción por año, esto suma 7 x 2,640 = 18,480 kg de alimento que se ahorran cada año. Si también tomamos en cuenta los efectos adversos de una mala crianza en cuanto a la uniformidad de los pollitos —y las deducción que quienes los procesan impondrán a los criadores por aquellas aves que están debajo del rango de peso deseado— no resulta difícil ver cómo estos efectos fácilmente justifican los costos adicionales en los que se incurre al precalentar.